Por fín nos vamos al campo. Aunque las salidas previas por los alrededores de Chefchaouen habían sido muy fructíferas, ya teníamos ganas de campear un rato y ver que nos encontrabamos.

El testing lo planeamos, al menos en principio, en dos etapas. Una primera parada en una zona del parque a baja altitud, y una segunda parada a mayor altitud, ya cerca de los bosques de pinsapos. Tras pasar el pueblo de Bab Taza, buscamos una zona adecuada donde parar la furgo y comenzar a fotografiar; encontramos una zona abierta cubierta de cistaceas variadas (Cistus crispus, C. monspeliensis, y algunas otras), lavandas, etc., que nos parece prometedora, y allí hacemos la primera parada, de al menos una hora.
Rápidamente nos damos cuenta de que, aunque todo se parece mucho a lo que hay en el matorral mediterráneo de por aquí, en cuanto miramos un poco mas despacio aparecen cosas diferentes, o que al menos, no son tan comunes en la península.





Después de esta parada subimos de nuevo a la furgoneta, y nos desplazamos a una zona más alta, justo por debajo de la línea del bosque de pinsapos, dispersándonos para fotografiar el mayor número de especies posible. Algunos suben a la zona de pinsapos por si pudieran ver la población de macaco de Berberia que queda por aquí, y otros nos quedamos en la zona de quercineas bajo el límite del bosque de abetos.
Aquí la variedad de plantas es muy parecida a la que podemos encontrar en bosques de similares características en la península: robles, encinas, agracejos (Phyllirea latifolia), un gran número de peonías, y demás pequeñas plantas ligadas a este tipo de monte, y entre las que sí se puede encontrar alguna diferencia clara, con especies que son raras o no están presentes en la península. Tmabién entre los insectos se nota la diferencia; otra vez cetónidos y rutélidos por identificar, y ortópteros peculiares, también presentes en la península, pero mucho mas difíciles de ver, ocupando, a primera vista, el lugar que en los bosques peninsulares ocupan los Nemobius.




Después de testear por esta zona, comemos algunas cosas que habíamos llevado. En este caso no hay fotos de la comida, por que nunca en mi vida había probado fiambre mas mala. Compramos una especie de «mortadela» para hacernos bocadillos, y su textura era semejante a morder un tapón de caucho. Realmente incomible. Por suerte también compramos un queso artesano que salvó la comida, junto al excelente pan que hacen por aquí.
Ya en el camino de vuelta a Chefchaouen, aprovechamos que todavía queda luz, y paramos junto al río (Oued Majjo), subiendo una ladera cubierta de aromáticas y leguminosas parecida a un cortafuegos. En ella, otra vez, encontramos especies parecidas a las que podríamos encontrar por aquí, pero como siempre, con algunas diferencias notables.




Esta vez llegamos a Chefchaouen bastante cansados. Una cena con algún zumo que otro y mucho té, y a la cama, que mañana toca el mar…